
Bajo por la escalera que se va tornando cada vez más turbia. Mis pies se superponen pero no caigo, me mantengo suspendida entre el aire y un escalón, pensando en los que quedan por pisar. Y los párpados me pesan, me dicen que quieren bajar para no ver. Para no verte ni a vos, ni a él. Para seguir solos ellos dos, como si nunca te hubieran conocido. Y así quedar en compañía de mis dos pupilas, grandes y negras, como el negro que se ve al final de la bajada.