domingo, 17 de mayo de 2009

Animalito

¿Por qué vinieron? ¿Por qué no se van? Lo que pasa es que están ahí, ahora. No piensan en irse y tampoco sé cómo hacer para que lo hagan. Parásitos. No entienden lo que les digo, parece que mi voz no es lo suficientemente fuerte.

Llamó a mi puerta, compañada por esas otras dos y yo, al no preguntar quién era, abrí. Irrumpieron en mi hogar, sobrepasando todo forcejeo de mi parte y no se llevaron nada -como creí que iba a suceder- sino que se instalaron en él sin que yo pudiera siquiera decir una palabra. Oigo ahora, repetidas veces, desde mi ceguera y mi decepción, las palabras débil, inútil, muda. Se aprovechan de mi falta de expresión. Sin embargo, ¿qué es lo que un animalito como yo podría hacer en un momento así? Sé que no me defiendo porque me doy cuenta de la realidad de sus acusaciones. Fueron y son más rápidas y fuertes que yo, quitando el hecho de que me tomaron por sorpresa cuando llegaron. Habiendo estado preparada, nada hubiera ocurrido.

La ira fue la primera que logró entrar, porque las otras dos se encargaron de que no pudiera detenerla. No hizo falta que me las presentara: ya las conocía. Hola, conejito, me dijeron. La impotencia entró después, agarrada de la mano con la represión. Ellas sabían quién era yo, también, y me irritó que me hayan llamado de esa manera, cuando ni siquiera los espejos ni yo queremos reconocer que soy un conejito tan flacucho y diminuto.