miércoles, 8 de julio de 2009

Inspiración despedida

¿Qué le voy a decir si se va? ¿Que vuelva? No va a volver, o al menos eso creo yo. O es lo que necesito creer. Pero a pesar de esto, me acuerdo del olor a día nublado, del sabor a viento despeinándome, del calor de su mano entrelazada con la mía como si formaran parte de la misma masa de huesos y carne, y en mi cabeza están esos pequeños que giran la manivela -mucho más de noche- para hacerme dar vueltas y vueltas hasta descolocarme y no saber qué pensar. ¿Y si vuelve, qué le voy a decir? Voy a esperar a que hable primero, y seguramente me quede callada y le diga que voy a ausentarme en la noche, para que no duela más. Pero allí es cuando todo lo anterior va a volver a aparecerse, y se le va a sumar el frío de los rulos descontrolados, los pinchazos del pasto contra mi bolsito, el ruido de un beso pedido y otorgado sin perder ni un segundo...
No quiero que mire ese techo ni que lo pinte de gris. Quiero que sonría, que haga musiquitas, que tararee melodías ricas en chocolates y galletitas dulces. Que siga, que se le mueva el corazón. Que sepa que sí me acuerdo -y me voy a acordar-, aunque a veces no cuente mis dedos desnudos y esté acá esa llama congelada que los endurezca y los desarme.

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