domingo, 4 de octubre de 2009

Vidente al fin

Mi venda fue de color azul y me la puse tapándome los ojos desde que supe de tu existencia. De lo mucho que hablamos, había llegado a la conclusión de que nunca me la sacaría, y no me preguntaste el por qué de mi decisión. No sé cómo fue que llegamos a hablar; sentí muy especial a la imagen mental que fabriqué.
Esa tarde te dije que estaba cansada. Sentada me dormí, creo que frente a vos, y cuando abrí los ojos, la oscuridad habitual que los acompañaba se había transformado en pelos, ojos, nariz, boca, orejas. Tus orejas.
Por eso me despido. La venda se estaba quedando en mi mirar porque siempre supe -desde que me enteré de tu existencia- que tu imagen fabricada por mí era real, y que me enamoraría de vos apenas se volviera perceptible.

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