domingo, 13 de junio de 2010
Dulce
Me llamaste de noche y no supe por qué acepté sin rezongar. Me acuerdo de que habías estado triste. Subí la escalera porque escuché que estabas arriba. Que fuera a buscar mi cámara de fotos, me dijiste, y supuse que era algo digno de fotografiar, ya que nunca me la habías pedido. Entonces bajé, corrí hasta casa y también de vuelta, con el aparato en la mano.
"Sale una vez al año. Nunca supe el nombre de esta flor. Una vez, un día. Después se cae de su tallo y muere casi al instante, por lo cual no la puedo dejar en ningún florero con agua para seguir viéndola."
Me agaché con la cámara encendida. Tenías con vos una linterna. ¿Por qué siempre tendrás una linterna con pilas que funcionan? "Olela, es riquísima". Terminé tirada en el piso, y ,blanca, mutante y hermosa, le saqué fotos que fueron iluminadas por tu luz manual. En ellas, parece una tulipa con forma floral que ilumina una habitación oscura. El aroma me llenó el cuerpo y tuve ganas de llorar. Creí te sentiste igual que yo. Para cuando me di cuenta, estábamos las dos ahí abajo, inhalando profundamente, sonriendo. En ese entonces pensaba que ya no podrías agacharte fácilmente.
La flor terminó cayéndose al día siguiente, tal como dijiste. Creo que es una sensación tan grande para un tallo tan delgado, que su peso no la resiste y no nos permite disfrutarla como quisiéramos. Sin embargo recuerdo que fuimos felices, al menos por un ratito, en un contexto que insinuaba presente y futura soledad.
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