viernes, 25 de diciembre de 2009

Dúo - logos

1.

Yo me miro los pies porque la condición era no mirarnos a los ojos. Me gusta que no sepas si estoy actuando o si digo la verdad, porque entonces soy libre de decir lo que sea, pues también hay un diálogo sobre nuestras palabras que no vamos a tener.
Por estas calles caminé toda mi vida y me acuerdo de cada baldosa. Mi barrio es lindo, ojalá te guste lo que ves. En realidad no suelo hablar, y creo que lo sabés y que por eso propusiste este juego.
Este árbol es un espectáculo. Nunca supe cómo se llama, pero da estas flores tan raras que tienen olor entre durazno y flor. Tomá, podés comprobarlo. Siempre las arranco y las voy oliendo mientras camino, aunque al rato se ponen medio feas y las termino tirando al piso. Si llego a mi puerta antes de tiempo las dejo en el escalón, para ver a dónde fueron a parar el día siguiente.
Falta menos para llegar ya. Mi casa es la blanca y negra. Me gustaría que tuviera balcón.
Viendo una película el otro día, dos personas decían que iban a decir todo lo que pensaran, para evitar esos problemas que hacen que una relación termine. Es lo perfecto, y lo más difícil, pero así es como tiene que ser para llegar a la perfección, creo yo. Como quiero complicarme la vida, voy a decir todo lo que llegué a pensar en estas tres cuadras de monólogo.
No me molesta tu silencio planeado. Me gusta el ruido de tus suelas contra el piso. Es una noche tan linda para caminar. No sé si me mirás o no porque no quito la vista de mis zapatos, pero a pesar de eso me gustaría escucharte toser, bostezar, suspirar o lo que fuera, solo para asegurarme de que seguís escuchándome.
Sin embargo siento tu presencia, de alguna manera rara. Y tengo que decir que es lo que hace que esta primavera tardía se vaya colando por todas partes. Me di cuenta porque en cada respiración siento aire perfumado.
Es acá. Si te dejo en el escalón por ahí te quedás hasta mañana, pero no es el caso. ¿Querés dar otra vuelta, mejor?


2.

No me gusta mendigar en escalones ajenos, mejor demos otra. Supongo que es mi turno de hablar. De chico conservé en el puño de mi mano esto que tiene un nombre que no voy a decir, porque te vas a reír. Es algo así como mi energía y la puedo dejar donde yo quiera. Miré las casas, los patios, los gatos y las flores y me dieron ganas de usarla en algo útil.
Hasta ahora mi logro más alto fue hacer hablar hasta a la persona más tímida. ¿Por qué te reís? A veces no sé si te reís de mí o qué. Igualmente no me molesta, menos ahora, que puedo imaginar cómo lo estarás haciendo.
Más bien te estoy contestando. Mi monólogo no es tan monólogo, creo que voy a perder. No soy de hablar mucho, pero hago mis esfuerzos cuando quiero.
Prometo averiguar el nombre de este árbol tan especial. La casa a la que da me recuerda a la de mi infancia, en Provincia. Conocerás mucho más que yo el aroma de esta cuadra en particular, que también me la recuerda.
Volviendo a lo que contengo en mi mano cerrada y también diciendo lo que pienso -o lo que no, porque no es necesario pensar todo tampoco- , te voy a revelar en qué lo voy a usar, porque ahora tengo una meta mayor.
Quiero romper con las reglas inventadas de este juego, no sólo para que me mires, sino para poder hacerlo yo también y poder meterme y completarme de primavera duraznera. O cualquier otra fruta. Aunque da la casualidad de que ese olor me hace celebrar momentos hermosos de mi vida, cuando pateaba piedritas de adoquines y acariciaba ronroneos de gatos callejeros en noches como esta.
Llegamos al final otra vez. Te tengo que dejar, pero al menos sé que es posible que estés acá mañana u otro día. Voy a dejar la flor acá. Mañana salí y buscala, por ahí me encontrás a mí.