Ya no habría luz que pudiera ver: estaba condenado a pasar el resto de los días mirando a las cuatro paredes que me acompañarían por la eternidad. Nuestra eternidad.
Pensaron que me había ido. La última imagen que tuvieron de mí fue la de un hombre vencido por su propia naturaleza, quien, traicionera y descarada, quiso jugarme una muy mala pasada y lo logró con éxito macabro y mortal.
Desde mi cuerpo los vi llorar. Mi cuerpo, sólo él. La vi tirarme un beso desde lo lejos, un último beso que reconocí en su dura mirada, la misma de hacía unos largos años, que nunca pudo mutar. Lo vi decir mi nombre entre sollozos de aparente hombre fuerte.
La luz ya no iba a visitarme y estaba al tanto de eso. Luego no lloraron, aunque sé que no se olvidaron de recordarme. Me molesta que piensen que no estaba, cuando en verdad esta pequeña bóveda está repleta de puntadas que dejan pasar al viento, quien, amable con mi ser-que-no-es, me deja sí estar.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Ella lo vio desde la escalera que sus pies recordaron con dulzura. Él rió y largó humo por la boca, humo que ella percibió desde arriba y aspiró con curiosidad, mientras arrugaba un papel entre sus dedos de futura mujer. Él no la vio hasta que ella caminó mirándose los zapatos negros. Ella le dio el papel sin mirarlo a los ojos. Sus sangres corrieron a la par y ellos no estaban enterados. Él se dio vuelta y también miró sus zapatos, que no eran negros. Sin estar enterados, ambos sonrieron.
viernes, 22 de octubre de 2010
Devuelta
La chica lloró toda la tarde y no atendió el teléfono. Al otro día salió a caminar; ya no lloraba, aunque tampoco atendió. Salió sin saco y volvió estornudando. No habló. Su gato se recostó junto a ella. Soñó que se quedaba dormida y sintió que se reía entre sueños. Al despertar no lo recordó, y su gato ya no estaba a su lado. No era de día aún. Escuchó latidos en su pecho. Suspiró. El sol le había secado los ojos.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
lunes, 6 de septiembre de 2010
A él
Entrarías por mi puerta diciendo mi nombre. Me visitarías todo sábado a la tarde y comerías con placer lo que fuera que hubiera traído de la escuela de pastelería. Me dirías campeona, me felicitarías. Pensarías que lo de los tatuajes es una locura y me lo dirías con frecuencia. Tus ojos se llenarían de lágrimas cuando te regalara algo hecho por mí. Sé que no entenderías por qué dejé la escuela de bellas artes. Me preguntarías cómo andan "mis novios". Me dirías que me querés. Me mandarías a comprarte caramelos. Dejarías que escuche tus quejas hacia la abuela. Escucharía tus pies arrastrándose a lo largo del pasillo. Me dirías que nunca te voy a saludar. Estornudarías en tu casa para despertarme en mi cama. Estarías orgulloso de mí aunque no me esforzara. Me dirías que fuera libre. Me dejarías verte escuchando música, silbando y llorando. Me darías un beso en la mejilla derecha y me pincharías con tu barba. Jugaríamos al burako y me ganarías. Me contarías de tus días de joven, y así nunca me olvidaría de tu voz.
Hace un año te despedía con lágrimas que mojaron hombros ajenos, colchones y manos. Te despedía sin saber que no tendría que haberlo hecho, porque nunca te fuiste en realidad.
Hace un año te despedía con lágrimas que mojaron hombros ajenos, colchones y manos. Te despedía sin saber que no tendría que haberlo hecho, porque nunca te fuiste en realidad.
miércoles, 25 de agosto de 2010
Espero
Puedo decir que no tengo baldosas. Que todo el que pasa se ríe de mi vereda. Yo desayuno sentada ahí y lo puedo ver. Nunca me tomo todo el café de la taza porque le regalo el final al ángulo de mi izquierda, entre la pared y el suelo. Quiero que tengamos gustos parecidos cuando crezca y me entienda más. No tendré baldosas pero en mi escalón está creciendo un árbol. Aunque aún sea pequeño, sé que será uno, y el más alto de la cuadra.
miércoles, 4 de agosto de 2010
Un día de su vida
Se levanta -si es que duerme- a horas poco comunes. Ha tenido que hacer tareas tediosas y peculiares, en cualquier parte de la ciudad. Hoy le tocó hacerle masajes a una desconocida que vivía en Villa Devoto; de ahí fue para Pompeya a lavar los platos en la casa de una familia de siete personas, para luego hacer lo increíble para llegar rápido a Flores y limpiar la caja de piedritas de un gato de un hombre soltero, sin contar el viaje hasta Lugano para decirle a una tal "Marina" que ya no la quiere más.
"¿Renuncio?", como todos los días, piensa él.
La vida de Magoya nunca fue fácil, sin embargo no pensó en dejar su trabajo verdaderamente.
Llegó a su casa y vio que su novia se había ido para siempre. Dejó una nota diciéndole que no invertía suficiente tiempo en su relación. "Qué alivio", pensó.
"¿Renuncio?", como todos los días, piensa él.
La vida de Magoya nunca fue fácil, sin embargo no pensó en dejar su trabajo verdaderamente.
Llegó a su casa y vio que su novia se había ido para siempre. Dejó una nota diciéndole que no invertía suficiente tiempo en su relación. "Qué alivio", pensó.
viernes, 9 de julio de 2010
Hoy, hoy sí
Hoy
Me quedo despierta,
no me acomodo la ropa,
no te pienso y no lloro.
No me hago la cama,
me duermo al viajar y
sonrío mientras sueño.
Me invito a quedarme
y ceno conmigo,
me baño,
me siento,
me conozco los pies.
Memorizo mis manos
para que te toquen
y dejes de morder
entre sueño y vigilia.
·
Hoy, sí
El hoy fue de ayer y hoy es ayer y no
hoy. Mi hoy de hoy dice que tengo sueño
y dolor cerca de los ojos. Que de vez en
cuando te pienso y sigo sin llorar. Que mi
pecho está cerrado y espera el olor a flor
de tu aliento a la mañana. Hoy mi boca no
dice mucho pero tiene ganas de que hoy no
sea ayer nunca. O que sí lo sea si es que se
me llegase a abrir el pecho, no como está hoy.
Me quedo despierta,
no me acomodo la ropa,
no te pienso y no lloro.
No me hago la cama,
me duermo al viajar y
sonrío mientras sueño.
Me invito a quedarme
y ceno conmigo,
me baño,
me siento,
me conozco los pies.
Memorizo mis manos
para que te toquen
y dejes de morder
entre sueño y vigilia.
·
Hoy, sí
El hoy fue de ayer y hoy es ayer y no
hoy. Mi hoy de hoy dice que tengo sueño
y dolor cerca de los ojos. Que de vez en
cuando te pienso y sigo sin llorar. Que mi
pecho está cerrado y espera el olor a flor
de tu aliento a la mañana. Hoy mi boca no
dice mucho pero tiene ganas de que hoy no
sea ayer nunca. O que sí lo sea si es que se
me llegase a abrir el pecho, no como está hoy.
lunes, 5 de julio de 2010
domingo, 13 de junio de 2010
Dulce
Me llamaste de noche y no supe por qué acepté sin rezongar. Me acuerdo de que habías estado triste. Subí la escalera porque escuché que estabas arriba. Que fuera a buscar mi cámara de fotos, me dijiste, y supuse que era algo digno de fotografiar, ya que nunca me la habías pedido. Entonces bajé, corrí hasta casa y también de vuelta, con el aparato en la mano.
"Sale una vez al año. Nunca supe el nombre de esta flor. Una vez, un día. Después se cae de su tallo y muere casi al instante, por lo cual no la puedo dejar en ningún florero con agua para seguir viéndola."
Me agaché con la cámara encendida. Tenías con vos una linterna. ¿Por qué siempre tendrás una linterna con pilas que funcionan? "Olela, es riquísima". Terminé tirada en el piso, y ,blanca, mutante y hermosa, le saqué fotos que fueron iluminadas por tu luz manual. En ellas, parece una tulipa con forma floral que ilumina una habitación oscura. El aroma me llenó el cuerpo y tuve ganas de llorar. Creí te sentiste igual que yo. Para cuando me di cuenta, estábamos las dos ahí abajo, inhalando profundamente, sonriendo. En ese entonces pensaba que ya no podrías agacharte fácilmente.
La flor terminó cayéndose al día siguiente, tal como dijiste. Creo que es una sensación tan grande para un tallo tan delgado, que su peso no la resiste y no nos permite disfrutarla como quisiéramos. Sin embargo recuerdo que fuimos felices, al menos por un ratito, en un contexto que insinuaba presente y futura soledad.
viernes, 14 de mayo de 2010
Tres de dos
Llegué. No porque hayas querido, pero como mi llegada te alegró y en ese entonces supiste que no iba a poder irme, supuse que tu presencia iba a ser importante. Los primeros años no los recuerdo. Sin embargo, algo me hace creer que estuve a espaldas de la pared, aunque sólo observando la de enfrente, hecho que me hace soñar, confusa y periódicamente, ahora.
Yo no fui la que se fue.
Ni siquiera podía irme. Hoy creo que hubiera sido lo ideal para mí, porque si hubiese sido yo y no vos, mi camino no habría estado forjado de la manera en que lo estuvo.
Por suerte en este momento es cuando decido sacar todos los adoquines -o más bien, asfaltarlos- para que mis ruedas no me produzcan más ese tembleque en el pecho y los ojos cada vez que te vaya a buscar.
Yo no fui la que se fue.
Ni siquiera podía irme. Hoy creo que hubiera sido lo ideal para mí, porque si hubiese sido yo y no vos, mi camino no habría estado forjado de la manera en que lo estuvo.
Por suerte en este momento es cuando decido sacar todos los adoquines -o más bien, asfaltarlos- para que mis ruedas no me produzcan más ese tembleque en el pecho y los ojos cada vez que te vaya a buscar.
jueves, 13 de mayo de 2010
Ojal
Había conocido muchos tipos sin saber que en un momento inesperado llegarían aquellos que no reunieron ninguno de sus entonces no significativos rasgos. Estaban esos de piedra, fríos como ellos solos y capaces de hacer una escultura hasta de la pasta más blanda y desarmada. Fuertes pero fríos, una desengaño algo devastador, o de los que desilusionan de vez en cuando. Estuvieron los que un día llegaron a inundar desde la puerta de calle hasta el par de zapatos bajo mi cama, en el piso de arriba. Una vez se me aparecieron los más fogosos -según su dueño-, aunque terminaron sin humildad y los dejé bañados en pestañas ahumadas y distanciadas, como desviadas por un chorro de agua sobre un espacio caliente. Nadie me había preguntado e igualmente yo contesté siempre –quizás a la nada- que en mi vida había conocido muchos tipos. Vana es esta confesión no necesitada y explicaré por qué. La llama, la roca y la llovizna crónica habían fabricado en una de las cajas de mi pecho un bloque de decepción mojada y rasposa, de rechino entre dientes, de migas en el colchón o frío en las manos, -de ese que hace perder los anillos. Ahora al abrirla encuentro una obra de arte primaveral y crisálida. Digo que no tiene importancia porque la gubia que talló imperecederas flores en este ladrillo fueron los ojos más bellos y abiertos, el tipo de ojos que veló a los demás y los hizo perecer en su recoveco de posibles amarguras y disgustos. El motivo por el cual cuento esto, el motivo del profundo e inmenso caudal de amor recibido y del que intentamos los míos y yo, devolver.
domingo, 4 de abril de 2010
Mentefactura
Me acosté con la idea de que algún día me habría gustado estar entre sus pies huesudos, sintiendo su aún desconocido olor. Olor que percibía blando y sonriente, ya que me encontraba sonriendo cada vez que lo sentía en los taburetes de mi imaginación. Me acosté sonriendo y así permanecí durante toda mi travesía onírica, en la cual no había en mi mundo nada más que nuestros pasos coordinados y poco largos y sus melodías murmuradas. Soñé que me llamaba, que me quería de la misma manera que yo a él. Desperté con algunas lágrimas sobre mi regazo cansado y cuando estuve al fin de pie, habiéndome dado cuenta de que este amor nocturno estaría muy alejado de mí y decepcionada por haber tenido un sueño tan verosímil, me propuse seguir durmiendo -si es que eso había estado haciendo- para poder hacerlo existente de tanto pensarlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)